Reconstrucción de La Catedral de Oviedo
Aguja de la Catedral después de la guerra civil
Vendedoras en El Fontán.
12:29 |
Aquella puerta tenía contrapunto en la llamada puerta Nueva, al final Oviedo fue ciudad de muchas puertas, condicionadas por la cerca, y perdidas una a una, de forma que sólo nos queda el recuerdo, camuflado, en la que fue puerta Mayor, en lo que es arco del Ayuntamiento, puerta franca por excelencia de la ciudad.
Magdalena, espacio por excelencia del Oviedo bullicioso. Parada de carruajes camino de León, y luego de Castilla toda, aledaño castizo del mercado extenso del Fontán, solar de panaderías desde el famoso incendio de 1521, que acaba de cumplir 490 años, fecha en la que la ciudad ardió por los cuatro costados. Los panaderos pagaron la culpa y fueron deportados a aquella zona, y supieron hacer uso de aquella concesión.
En la puerta Nueva, a la altura del final de la calle, a la vera de la calle del Matadero, hoy del Marqués de Gastañaga, hubo arco con Cristo de «bulto» y pronto comercios y fondas, como la famosa de Manteola, que también sufrió un incendio.
Puerta Nueva se llamó durante tiempo a todo el espacio de aquella zona que llegaba hasta la plaza Mayor y debió pasar a llamarse de la Magdalena a finales del XVII o en el XVIII, para reconocer la importancia de la capilla de ese nombre, con cofradía y hospital, que allí estuvo, y que, abandonada durante años, es ahora espacio de la parroquia cercana de San Isidoro. Magdalena es una hermosa calle, con un palacio venido a nada, el de Vistalegre, entregado, como toda la calle, a la vida comercial, antes mercera y confitera.
En la acera de los pares, en el tramo cercano a la plaza, hay casas con el atractivo añadido de la doble faz que las asoma al Fontán, aunque desgraciadamente no queda por allí ninguna de las tiendas tradicionales de otro tiempo. En la acera de los impares, que ha sufrido descalabros recientes que destruyen y empobrecen el tejido urbano y hacen a la zona perder parte de su propia historia, surge ahora una baja.
Magdalena y la puerta Nueva dan para mucho, pero hoy sólo queremos referirnos a la casa señalada con el número 25, que acaba de desaparecer a manos de doña Piqueta. Hay muchas formas de tratar las casas viejas sin llegar a la eutanasia, que podríamos llamar «modelo Fontán».
La casa derribada enseña ahora, forzada a la impudicia, sus paredes desnudas y su suma estrechez, que la señala como prototipo de un Oviedo perdido, de una sola crujía y vigas de madera, con un hueco de sólo dos metros en la fachada posterior. Merece la pena verlo, como testigo de una forma de vida que se dio en la ciudad durante siglos.
Aquella sencilla casa, de galería azulete, siempre me recordó aquello de «a la entrada de Oviedo y a la salida hay una panadera, mucho me mira».
Aquella puerta tenía contrapunto en la llamada puerta Nueva, al final Oviedo fue ciudad de muchas puertas, condicionadas por la cerca, y perdidas una a una, de forma que sólo nos queda el recuerdo, camuflado, en la que fue puerta Mayor, en lo que es arco del Ayuntamiento, puerta franca por excelencia de la ciudad.
Magdalena, espacio por excelencia del Oviedo bullicioso. Parada de carruajes camino de León, y luego de Castilla toda, aledaño castizo del mercado extenso del Fontán, solar de panaderías desde el famoso incendio de 1521, que acaba de cumplir 490 años, fecha en la que la ciudad ardió por los cuatro costados. Los panaderos pagaron la culpa y fueron deportados a aquella zona, y supieron hacer uso de aquella concesión.
En la puerta Nueva, a la altura del final de la calle, a la vera de la calle del Matadero, hoy del Marqués de Gastañaga, hubo arco con Cristo de «bulto» y pronto comercios y fondas, como la famosa de Manteola, que también sufrió un incendio.
Puerta Nueva se llamó durante tiempo a todo el espacio de aquella zona que llegaba hasta la plaza Mayor y debió pasar a llamarse de la Magdalena a finales del XVII o en el XVIII, para reconocer la importancia de la capilla de ese nombre, con cofradía y hospital, que allí estuvo, y que, abandonada durante años, es ahora espacio de la parroquia cercana de San Isidoro. Magdalena es una hermosa calle, con un palacio venido a nada, el de Vistalegre, entregado, como toda la calle, a la vida comercial, antes mercera y confitera.
En la acera de los pares, en el tramo cercano a la plaza, hay casas con el atractivo añadido de la doble faz que las asoma al Fontán, aunque desgraciadamente no queda por allí ninguna de las tiendas tradicionales de otro tiempo. En la acera de los impares, que ha sufrido descalabros recientes que destruyen y empobrecen el tejido urbano y hacen a la zona perder parte de su propia historia, surge ahora una baja.
Magdalena y la puerta Nueva dan para mucho, pero hoy sólo queremos referirnos a la casa señalada con el número 25, que acaba de desaparecer a manos de doña Piqueta. Hay muchas formas de tratar las casas viejas sin llegar a la eutanasia, que podríamos llamar «modelo Fontán».
La casa derribada enseña ahora, forzada a la impudicia, sus paredes desnudas y su suma estrechez, que la señala como prototipo de un Oviedo perdido, de una sola crujía y vigas de madera, con un hueco de sólo dos metros en la fachada posterior. Merece la pena verlo, como testigo de una forma de vida que se dio en la ciudad durante siglos.
Aquella sencilla casa, de galería azulete, siempre me recordó aquello de «a la entrada de Oviedo y a la salida hay una panadera, mucho me mira».