Era un regalo verla siempre sonriendo y feliz.Y asì la recuerdo la ùltima vez en la calle con su precioso bebè.
Que bien conocìa Inmaculada,presidenta del Pàjaro Azul,a Ana!.
En memoria de Ana Arrizabalaga
12 de Octubre del 2012 - Inmaculada González-Carbajal (Oviedo)
El 19 de septiembre fallecía Ana Arrizabalaga, rodeada de su familia, que había vivido con ella intensamente sus últimas semanas. Ana era una mujer joven, valiente, comprometida, alegre y humilde. Trabajadora social y profesora del IES Alfonso II, su búsqueda de la justicia y su compromiso con los más desfavorecidos la habían llevado en dos ocasiones a la República Democrática del Congo para trabajar como voluntaria de Cáritas en un proyecto educativo en el barrio de Kimbanseke, en Kinshasa. Allí comprendió la importancia de la comunidad, de la «tribu», como solía decir, de compartir un compromiso para realizar un proyecto de vida.
Poco después de regresar del último viaje a África, a Ana, embarazada de su primer hijo, le diagnosticaron su enfermedad. La asumió con una entereza sencilla y sobrecogedora al mismo tiempo, y nos enseñó que se puede transitar por el sufrimiento con actitud amorosa y sin perder la sonrisa. Aun en los momentos más difíciles, durante sus últimos días en el hospital, Ana sabía cómo hacer para que quienes la acompañaban no padecieran por verla sufrir. Siempre estaba pendiente de los demás antes que de sí misma. Poseía el don de adoptar una actitud positiva ante cualquier situación, y la capacidad de iluminar a los demás con su sonrisa.
Cuantos la conocimos experimentamos el dolor por la pérdida de una mujer joven, pero también la admiración y la gratitud por haber podido convivir con un ser humano extraordinario, capaz de iluminar todo su entorno y de dejar a su paso una huella imborrable.
La muerte de una persona joven, que deja un niño de dos años, esposo, padres y hermanos nos obliga a asomarnos al misterio de la existencia, para el que no hay más respuesta que la confianza de que todo cuanto sucede tiene un sentido, aunque no siempre podamos comprenderlo.
Su vida ha sido un ejemplo para quienes la hemos conocido. Ana Arrizabalaga ya no está entre nosotros, pero su espíritu, su generosidad y su semblante sonriente nos acompañarán siempre.
Melesi mingi, Ana.
Inmaculada González-Carbajal,
Presidenta de la Fundación El Pájaro Azul, Oviedo
Poco después de regresar del último viaje a África, a Ana, embarazada de su primer hijo, le diagnosticaron su enfermedad. La asumió con una entereza sencilla y sobrecogedora al mismo tiempo, y nos enseñó que se puede transitar por el sufrimiento con actitud amorosa y sin perder la sonrisa. Aun en los momentos más difíciles, durante sus últimos días en el hospital, Ana sabía cómo hacer para que quienes la acompañaban no padecieran por verla sufrir. Siempre estaba pendiente de los demás antes que de sí misma. Poseía el don de adoptar una actitud positiva ante cualquier situación, y la capacidad de iluminar a los demás con su sonrisa.
Cuantos la conocimos experimentamos el dolor por la pérdida de una mujer joven, pero también la admiración y la gratitud por haber podido convivir con un ser humano extraordinario, capaz de iluminar todo su entorno y de dejar a su paso una huella imborrable.
La muerte de una persona joven, que deja un niño de dos años, esposo, padres y hermanos nos obliga a asomarnos al misterio de la existencia, para el que no hay más respuesta que la confianza de que todo cuanto sucede tiene un sentido, aunque no siempre podamos comprenderlo.
Su vida ha sido un ejemplo para quienes la hemos conocido. Ana Arrizabalaga ya no está entre nosotros, pero su espíritu, su generosidad y su semblante sonriente nos acompañarán siempre.
Melesi mingi, Ana.
Inmaculada González-Carbajal,
Presidenta de la Fundación El Pájaro Azul, Oviedo
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