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Mi propósito es ir haciendo una pequeña agenda de mis recuerdos y mis vivencias.
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lunes, 12 de marzo de 2012

SAN JOSÈ EN SU ARCO (Plaza de Trascorrales)Oviedo



CARMEN RUIZ-TILVE
CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO
No anda el Oviedo clásico sobrado de espacios libres ni de edificios exentos, como ocurre en Trascorrales, donde hace mucho que desaparecieron los «orros» y los montones de escoria de las fraguas de la calle de La Ferrería, la actual Mon.

Trascorrales fue un espacio bullicioso, con buen mercado incluso antes de edificarse la plaza del pescado, pues allí y en la acera de Cimadevilla que se enfrenta al Ayuntamiento se vendió el primer pescado de la ciudad, con puestos ambulantes.

Tiene Trascorrales mucha historia que contar y cuatro puertas para ir y venir. Una, seguramente abierta en el siglo XVIII, sale a Mon, y aunque se llamó siempre travesía de Trascorrales, ahora es del pintor Folgueras, que bien merece calle, pero no ésta, porque el callejero popular no debe cambiar de nombre. Otra, paralela a la anterior, pasa por detrás del edificio que fue mercado, ahora polivalente, y entronca en la parte baja de Mon, al lado del Postigo, allí donde estuvo el arco de La Ferrería o de La Soledad, por la capillina que lo adornaba. De Cimadevilla sale la calleja de los Huevos, que antes era mucho más estrecha y es territorio histórico de nuestra particular francesada. En la parte baja de las Consistoriales, camino de la calle del Sol, se abre el arco de la Pescadería o de San José, y de él queremos hablar, porque anda ya en la octava de su santo, aunque él no aparece por ningún lado. Ese arco no servía, como otros de la ciudad, para cerrarla al atardecer, sino para facilitar a la gente la entrada y salida a aquella zona muy comercial, naturalmente emparentada con el Fontán.

Salen del arco hacia abajo unas cuantas casas que formaron la calle del Sol, bien soleadas y con su origen en el siglo XVI, cuando se pide que se haga «una calle y casas en la pedrera que va para Santo Domingo arrimada a la cerca desde la Pescadería cerca de los Trascorrales a la puerta de la Herrería». Y así desde 1576. La muralla quedó escondida entre las casas, y allí sigue.

Aquello fue durante siglos un ir y venir de gentes que compraban, vendían o miraban, y hasta hace medio siglo duró por allí la venta de muebles viejos y ropa usada.

El 8 de marzo, jueves, día de mercado, fui hasta Trascorrales para entrar por el arco de San José y saludarle. Era mediodía y sonaba el campaneo de las torres cercanas. Pasado el arco, silencio y soledad. Bajando por donde antiguamente rodaban las cajas de los salazones, cuando había «agarradiella», cerrado lo que fue comercio de ultramarinos de Cardín, ahora restaurante, y cerrado lo que fue el genuino Trascorrales de Fernando Martín. Desaparecidos el Gato Negro y la Cestería, hay algunos bares que no tienen horario de mañana, todavía con las ojeras de la noche. Delante de lo que fue plaza del pescado, dos bronces intentan evocar lo que aquello fue, sin conseguirlo, la rotunda pescadera, de mucho mayor tamaño que el molde original, es de Sebastián Miranda, ovetense, y el pescador enjuto es obra de Llonguera.

El arco de San José también esta contagiado del ambiente. Donde estuvo el Arco Iris -chocolates y cafés- y luego una librería, el local espera mejores tiempos, en un edificio que cumple este año noventa, obra de Casariego. Al otro lado, el local que pasó por mil dedicaciones, incluso como floristería -buena cosa libros y flores-, es ahora un bar, que forma cadena con todos los de la zona, Sol abajo.

Desde el número 22 de Trascorrales me despiden las cabezas de hierro, únicas en Oviedo, que adornan los balcones vacíos.

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